El “gremio” del funcionariado europeo no se ha caracterizado históricamente por su conflictividad laboral, seguramente porque desde un principio sus condiciones de trabajo han sido más que razonables. Por ello la huelga convocada para hoy resulta un hecho cuanto menos reseñable.
Para la mayoría de los europositores, aspirantes a formar parte de ese gremio, las protestas de los ya funcionarios pueden parecer elitistas y caprichosas, sin embargo hay ciertas cuestiones que les afectan directamente.
Es verdad que la congelación salarial, sobre todo de ciertas categorías sobreremuneradas, no generan demasiada lástima; pero también es verdad que ya hace un tiempo que se viene observando una preocupante brecha entre las condiciones laborales de los antiguos empleados y las de los recién llegados, no tanto respecto a aquellos que adquieren la condición de “funcionarios”, sino respecto a los que de hecho están trabajando para la Unión Europea bajo alguna de las múltiples categorías profesionales que la ingeniería de los recursos humanos europeos ha ideado precisamente para reducir costes salariales. La conveniencia o no de esta “contención salarial” es algo discutible, pero lo que es indudablemente criticable que dicha reducción se haya hecho a costa de los nuevos empleados para evitar reducir los privilegios de los más antiguos (y en esta cuestión los sindicatos europeos no están exentos de culpa).
De cualquier forma la huelga de hoy tiene un alcance mucho más amplio. Está en cuestión el presupuesto de la administración pública europea para los próximos años y ello incluye no solo el coste de los actuales funcionarios sino también el de los futuros (entre los que seguramente habrá algún europositor que esté leyendo esto) y, por lo tanto, afecta también directamente al número de plazas que serán convocadas en próximas oposiciones.
Esperemos que la carestía nacional de oposiciones que se vive en España, debida a la mezcla de crisis económica y frugalidad pública, no se extienda a nivel europeo.